sábado, 19 de abril de 2008

Charles de Beaumont (El caballero d´ Eon)


Algo extraño debió ver su padre en él, para que le pusiera tres nombres de varón y tres de mujer: Charles-Geneviéve-Louis-Auguste-André-Timothée. Charles de Beaumont nació un 5 de octubre del 1728, siendo hombre, y murió el 21 de Mayo del 1810, siendo mujer. Los detalles de su vida siempre han estado envueltos en un halo de misterio.
Era hijo de Louis d´Eon de Beaumont, jurista y subdelegado de la intendencia de París, y de Françoise de Chavanson, de sangre azul, hija de un comisario general militar. Su infancia transcurre como la de cualquier niño, con la particularidad de que su madre se divertía colocándole a su hijo las ropas de su hermana. Charles de Beaumont estudió en el Collège Mazarin, en donde obtuvo la licenciatura de derecho civil y canónico. En 1756, el príncipe Conti se fijó en él. Los femeninos rasgos de Charles fueron aprovechados por el coordinador de los asuntos secretos del rey Luis XV, el cual le envió a una misión secreta a Rusia con el fin de hacerse pasar por una joven descontenta con la política del rey francés; fue en ese instante cuando nació Lía de Beaumont. Se ganó la confianza de la zarina Isabel, quién la acogió como su dama de compañía. Finalizada su misión en Rusia, Charles regresó a París para ingresar en el cuerpo de Dragones, siendo su cargo el de capitán. Luchó en la Guerra de los Siete Años. En ese tiempo fue herido y recibió la Cruz de San Luis.
Huyendo de la corte parisina, donde se especulaba con demasiada frecuencia sobre su sexo (se hicieron apuestas de grandes sumas de dinero), se marchó a Inglaterra. Allí, tuvo un serio romance con la reina Sophie-Charlotte, que a punto estuvo de costarle la vida, ya que el rey los pilló juntos en la habitación de la reina, y de no ser por la astucia de la dama de compañía de la reina, quién le aseguró al rey George que, en realidad, el visitante de su esposa era una amiga llamada Lía de Beaumont, y que si no la creía solo tenía que preguntárselo al rey Luis de Francia. Este episodio sirvió para que años después, cuando regresó a París, el rey le prohibiera ir vestido de hombre, por lo que tuvo que conservar su personalidad femenina hasta su muerte.







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